salieron a pasear.
Se subieron al auto sin saber a dónde ir,
y se fueron hacia el norte.
Buscaban un AAA
porque ahí podrían darles unos mapas gratis
y consejos.
Después de bombardear al empleado con preguntas
salieron satisfechas
y subieron al freeway,
al ochenta.
Se confundieron un poco en la madeja cerca de Oakland,
- Cuca se asustó en los puentes,
esas tiritas finitas de asfalto colgadas sobre el abismo de agua-
pero salieron venturosas
y encontraron su camino hacia el Napa Valley,
tierras de vino y turistas.
"Esto es como una Road Movie,"
dijo Patricia,
y Cuca la corrigió,
"Una Road Trip Movie."
Al llegar a Calistoga bajaron en una burger joint
donde comieron hamburguesas y chuparon vino.
Después siguieron hacia las termas,
a la que se colaron gratis
entrando por la puerta de atrás,
la de la basura,
como las ratas.
Se ahorraron veinticinco dólares cada una
y se pasaron cuatro horas entre pileta y pileta,
en el jacuzzi,
y sacando sexy fotos en malla.
De ahí se fueron a visitar la ciudad
-- una calle y tres cuadras --
y a buscar un lugar, no muy caro, para comer.
Encontraron un bar con pinta de bohemio y entraron.
Live Music, decía.
Había músicos yéndose,
limpiando el escenario.
Truchos, pensaron,
Son las nueve y ya se termina todo.
Pero al rato, un saxo empezó a hacer ruido.
Después un piano
Unos drums
Bajo y Guitarra.
Al guitarrista lo apodaron Cacho, por Cacho Castaña,
un cantor de los sesenta.
El Cacho y el saxofonista entretenían a la audiencia.
Se subían a las mesas,
se paseaban entre los clientes que tomaba cerveza.
Cacho usaba anteojos oscuros y pelo negro casi Afro.
Todo un Rock Star.
En la guitarra tenía un sticker que decía "Women"
así, en plural.
La gente empezó a bailar.
Patricia se quería unir a ellos pero Cuca no largaba.
Estaba pegada a la silla.
El viejo de atrás, sentado de espaldas a Patricia,
Empezó a mirar y comprendió la situación.
Se levantó e invitó a Patricia a bailar.
Patricia no quería.
Cuca y el viejo insistieron.
Salieron.
Cuca se quedó sola mirando a la gente.
Algunas mujeres de mediana edad, lo que sea que esa edad significa,
(Soy de mediana edad yo? De en serio? Qué horror!)
vestidas con vestidos negros,
bailaban juntas como adolescentes.
Un negro
bailaba con una de ellas.
Un negro urbano elegante,
a la Fraizer
- clase media alta y liberal.
La música termina.
Patricia vuelve a la mesa.
Los músicos toman un break.
El viejo se sienta con ellas.
Empieza a hablar.
La historia de su vida.
Vive en Calistoga desde hace generaciones.
Ford dealer.
Vendió.
Novia en Hawaii.
Dos hijas.
Una es a peace corp.
Está en Panamá
Ayudando a los pobres desgraciados indios.
Les muestra una foto de la peace corp.
Después de un rato,
una foto de la otra.
El saxofonista viene y se para junto a la mesa.
Se queda ahí,
esperando.
El viejo sigue hablando.
Cuca mira al saxofonista.
Hi, dice.
El viejo sigue hablando.
Patricia también mira al saxofonista.
El viejo sigue hablando.
Y el saxofonista se va.
Humillado tal vez.
Le ganó un viejo.
Cuca dice que el saxofonista le recuerda a un flautista,
también cuarentón y con pinta de hijo de puta y mujeriego,
que la persiguió cuando estuvo tres semanas trabajando en un castillo al sur de Francia,
a lo que Patricia responde,
"Qué negativa que estás."
Y el viejo les pregunta que dónde se hospedan.
Ellas dicen que en ningún lado
Porque se van esa misma noche de vuelta a Stanford.
"Acá es muy caro."
El viejo dice que si uno tiene conexiones con locales puede conseguir descuentos.
"¿Ah sí?"
Y anotaron su teléfono y dirección en un papelito,
Para la próxima,
aunque después perdieron el papelito posiblemente en medio de la basura reinante en sus respectivas carteras.
Salieron del bar y se subieron al coche para irse.
Pero primero se pusieron a buscar una estación de servicio para limpiarlo el parabrisa
Y poner nafta también.
Encontraron una ARCO que tenia nafta mas barata
Pero estaba cerrada.
Así que limpiaron los vidrios nomás,
Y siguieron,
En busca ahora de café.
Encontraron algo abierto, eran las doce de la noche,
Pero no tenían mas café común.
Solo decaf.
Así que Cuca se compró una Coca para no quedarse dormida.
Cuca quería esquivar los puentes porque ya sabía que se iba a cagar en las patas.
Ya sabía que era una miedosa.
Pero no pudo.
Patricia era la que tenía el mapa y la que eligió la ruta,
pero esa también tenía puentes.
Parece que los puentes no se pueden evitar en esa zona.
Está llena de charcos.
En el medio de la nada se detuvieron en una casilla para pagar.
Ellas pensaban que estaban entrando a una toll road.
Pero a pocos metros de la casilla el auto se internó en la oscuridad más absoluta.
Y ahí se hizo obvio.
Esto no es una toll road.
Esto es un puente.
Un maldito puente.
"¿¡Dónde estamos?! ¿A dónde nos mandantes Patricia?
¡Un puente! ¿Es largo? ¿Cuándo termina?"
Cuca se asustó..
Temblaba de sudor cruzando ese puente en la oscuridad
donde nada se veía alrededor
solo negrura
Y unas tenues líneas blancas que marcaban la diferencia entre la vida y la muerte.
Hay que seguirlas o caer al vacío.
Mientras Cuca paniqueaba y manejada aferrada al volante con las uñas,
Su cuerpo se empezó a tensar
Y a apretar
Se puso tirante como la piel de Mirta Legrand después de una cirugía estética nueva.
Y se hizo chiquitita
Como un punto negro en esta hoja
.
invisible.
Y entre dientes murmuraba
"Me quiero ir.... me quiero bajar.... sáquenme de esta pesadilla....no quiero estar acá..."
Mientras avanzaba a cuarenta por hora.
Los otros coches la pasaban zumbando por el otro carril.
Salvajes.
Tal vez las puteaban desde adentro de sus cabinas estilizadas.
Pero el puente terminó, en algún lado,
Y ellas,
triunfantes y distintas después de su expedición al paraíso,
siguieron hasta Stanford
en silencio
contemplando su pequeña humanidad.
Mientras,
Las luces del coche iban quebrando la nada.
Abril, 2007
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