Thursday, May 27, 2010
Diatriba del dolor
Debe ser difícil para un chico de tres años entender el divorcio. Aceptar la realidad: que papá no va a volver a vivir en la casa con mamá, nunca, que va a tener que verlos siempre por separado, que ya no se quieren, pero, claro, lo quieren a él. Vivir con el fantasma de que un día, así como así, ellos también pueden dejar de quererlo a él, pueden mudarse a otra casa, vivir con otra gente, tener otra vida separada de la de él... qué difícil. Alguien que pueda superar ese terror, es un sobreviviente.
Todos somos sobrevivientes. Cargamos con nosotros las heridas, las cicatrices de pasados desencuentros, pérdidas. Llevamos agujeros adentro que no se llenan con nada, que con su hambre insaciable terminan con todo, hasta con nosotros. Terminan devorándonos.
Pero así y todo, se sobrevive. Él crecerá pero su dolor seguirá ahí, siempre latiendo, siempre al rojo vivo, pidiendo más y más de él, hasta que él pueda mirarlo a la cara y sentir compasión de sí mismo, escuchar su voz de niño con miedo, y dejarse ir.
Todos somos sobrevivientes. Cargamos con nosotros las heridas, las cicatrices de pasados desencuentros, pérdidas. Llevamos agujeros adentro que no se llenan con nada, que con su hambre insaciable terminan con todo, hasta con nosotros. Terminan devorándonos.
Pero así y todo, se sobrevive. Él crecerá pero su dolor seguirá ahí, siempre latiendo, siempre al rojo vivo, pidiendo más y más de él, hasta que él pueda mirarlo a la cara y sentir compasión de sí mismo, escuchar su voz de niño con miedo, y dejarse ir.
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