Wednesday, September 2, 2015
Diatriba de la desintegración
Hay que
ser íntegro, respetar la integridad propia en contra de cualquiera
que quiera quebrarla. Y no romperla uno mismo por nadie.
Es que
sino, se inicia un proceso de desintegración moral en el que se
pierde la noción de uno mismo, se disuelve uno en los otros y los
deseos de los otros, y se pierde la noción de la realidad.
Es un
viaje peligroso. Un callejón sin salida. Un verdadero laberinto.
Y
siento que la gente no sabe de esto, no lo reconoce, no lo admite
como posible o cierto.
Pero yo
puedo decir, basado en mi experiencia, que la desintegración moral
es peligrosa y le puede pasar (y le pasa) a cualquiera, inclusive a
mí.
¿Cómo
llega uno a desintegrarse?
De a
poquito, doblego tras doblego. Se dobla una cosa una vez, se dice que
sí cuando se quiere decir que no, se aceptan condiciones
inaceptables porque uno piensa que no le queda otra, va en contra de
su consciencia una y otra, y otra vez, hasta que ya no queda nada de
ella, perdida como está en medio de tantas voces. ¿Y cuál es?
¿Cuál es la verdadera?
Y así,
tratando de escuchar a LA VOZ, a esa voz, la única, la que siempre
dice la verdad, nos perdemos en laberintos de espejos y de mentiras,
que son muy difíciles de retractar al origen, no como el hilo de
Ariadna que, sin duda y sin complejos, lo condujo a Teseo a salvo
hacia la salida.
Yo no
tengo hilo, ni Ariadna, ni Teseo, solo un Minotauro hambriento que me
persigue, y yo, en mi deseo de salir y en mi ansiedad y miedo de no
encontrar la salida, corro, corro, corro, corro, incansable, sin
parar.
Y así
se llega a la desintegración moral, a ese torbellino de sin respetos
ni magias, así se llega y se queda atrapado uno en ella, con la
lengua afuera, sin saber para dónde seguir.
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